O T O Ñ O DEL 2010: De nuevo sobre el mar…

Escrito por José Ruiz Almendros el 1 de enero de 2011 0 comentarios

Poco a poco la luz y el calor perdieron presencia y fulgor en el espacio tiempo de este hemisferio y con su declive, el imperio de los sentidos le dio paso a nuevos impulsos provenientes del sentimiento y del pensar. Con los nubarrones y las primeras nieblas, la sensatez y la cordura reaparecieron entre las almas de los marineros y de nuevo se despertaron las preguntas sobre el origen de nuestra aventura y, para buscar las respuestas, por fin nos hicimos a la mar.
Fue el último domingo de septiembre: Mientras en la tierra unos celebraban los festejos de San Miguel y otros se divertían con los fastos en honor de la virgen de las Angustias mi tripulación y yo levamos anclas y atravesamos la bocana del puerto en busca de la propia identidad.
¡Es curioso! Durante días y días fuimos bordeando la costa y mientras veíamos al fondo la silueta de las montañas, el sentimiento de unión con aquellos lugares que habían sido nuestra morada, permaneció fijo entre nosotros y la reminiscencia salpicaba nuestras veladas con los pasados recuerdos y la nostalgia, agazapada en el alma, endurecía las faenas de nuestro quehacer diario.
Luego, cuando los perfiles se borraron del horizonte y nos quedamos solos con el cielo y el mar, la fuerza del viento nos impuso la necesidad de gobernar la nave y la sal del océano nos inundo con la realidad presente, y fue entonces cuando nosotros olvidamos el pasado y nos centramos en la nueva situación.
¡Fue curioso nuestro comportamiento!:
Debajo de no sé qué surco rebrotó la antigua simiente olvidada y el sentimiento de independencia reapareció entre los diferentes grupos de marineros aunados bajo los designios de la aventura mental y volvimos a sentirnos aislados en medio del océano, con una autonomía propia del yo que se cree libre e independiente de la tierra, de todo y de todos, solo con sus peculiaridades y en constante lucha contra los avatares que el mar de la vida pudiera acarrearnos.
Es como si la vieja leyenda de San Miguel que tantas veces me habían contado aquellos ancianos del archipiélago se plasmara en nuestra nave y al igual que los Ángeles rebeldes fueron expulsados del cielo a la tierra por creerse más que Dios, así nosotros fuimos arrojados al mar de la materia vital en el mismo momento en que el sentimiento del Yo apareció en el equipo y nos hizo a todos sentirnos una unidad compleja e independiente.
Fue la misma sensación que surgió entre nosotros con la llegada del otoño y su cambio de tiempo y es, esa experiencia que sufro cada mañana con el despertar:
En el amanecer, cuando aun estamos medio dormidos (o quizás sea medio despiertos, no lo sé definir exactamente), nos sabemos aquí, cierto, pero es un estar que aun no ha tomado el dominio del entorno, que apenas reconoce la división de cada mueble, porque a la vez nos sentimos allí y aun somos capaces de recordar nuestros sueños. Es como si el alma aun estuviera deambulando entre los sueños nocturnos aunque el cuerpo ya este incorporado y sentado sobre el camastro.
Luego, en la medida que te estiras y la conciencia entra en tu cuerpo, te pones de pie y reconoces cada uno de los bultos de alrededor y al instante tomas posesión de tus miembros y tus sentidos se adueñan de todos los rincones. ¡Ya estás aquí! ¡Ya estas despierto ¡
El movimiento del mar sube por tus pies hasta tu cabeza. Me asomo al ojo de buey. El sol retalla en los ojos, la luz se expande por las olas del mar y aparezco yo ( mi conciencia de yo) en medio del camarote aislándome y controlando esta nueva situación terrena.
Todo el mundo anterior, todo el mundo de la noche desaparecen, ahora otra vez estoy aislado y de nuevo desterrado en este mar de la vida. Una vez más la unión del sueño se ha roto. Ahora que he despertado duermo para el mundo de la noche aquel que me unía (aunque de manera inconsciente) con el Espíritu. Tan solo si me aíslo de todo y me concentro en mi pensar puede mi conciencia volver a ello por medio del recuerdo.
También entre la infancia y el paso a la madurez puedo advertir el advenimiento del mismo proceso que este otoño nos ha devuelto a la mar. De diferentes maneras y formas una idéntica rutina se repite una y otra vez, vivo el mismo transito, y una y otra vez pierdo la oportunidad de hacerme consciente de ello.
Pero aquí estoy dispuesto a remediarlo y en este otoño quiero comprobar cómo estos sucesos se efectúan en las cosas de mí alrededor para que nunca más se pierdan de la conciencia.
Compruebo este proceso en cada uno de los frutos que hoy atiborran nuestra bodega. Durante el verano, colgados de su pedúnculo, ellos permanecen unidos al árbol, pertenecen a su unidad y a través del árbol quedan ahítos de luz y de aire, de sal y de agua. Luego cuando la maduración llega a su fin y la individualidad interior, plasmada en el hueso, ha adquirido suficiente vigencia y autonomía, el fruto se desprende y cae a la tierra.
Ahora el árbol está en el fruto, comprimido y aislado en aquel hueso hundido en la tierra. Allí, escondido, un otoño y otro otoño podría decirse a sí mismo: “Yo soy yo, yo nada tengo que ver con el árbol, poseo autonomía plena”. Así podría permanecer hasta que otra vez la carga de luz acumulada en su memoria genética, le despierten las ansias de vida y esta le haga surgir de nuevo y le permita reconocerse unido a la tierra de la que chupa los minerales y con todos los astros del universo de los que absorbe su energía.
Contemplo el modelo de la biografía humana y veo que en cada otoño se reproduce en la conciencia del hombre aquel proceso de rebeldía que un día encendió nuestra juventud y nos arrojo a la independencia personal en el mar de la propia soledad. Ahora, por mor del influjo de las estaciones, vuelven a reaparecer las antiguas preguntas que antaño nos trajo nuestra sed de autoafirmación: “ ¿Quién soy yo en realidad? ¿Que tengo yo que ver con este cielo que me cobija y esta tierra que me mantiene?”… Pero ahora ya no me valen las soluciones adquiridas y navego con mis hombres en esta aventura del tiempo buscando mis propias respuestas.
Y, como la imaginada almendra del surco, mi pensar se devanea los sesos y recuerda, en esta inmensa cárcel de viento y de sal, el encuentro con la Niña de la Luz y aquellos momentos veraniegos, explosivos, de éxtasis en donde la expansión total de la tierra me hablaba, de la voz inoculada en cada cosa. Pero luego, el faenar diario me impone sus leyes y el recuerdo se disuelve en el tiempo y se pierden sus efectos como se disuelven las brumas del otoño atrapadas en los barrancos con el avanzar del calor del día.
Y así seguirá siendo año tras año, hasta que Esta experiencia vivida, del Verbo que conforma el ser de cada cosa, despierte de nuevo el alma desterrada y le haga suspirar por aquella pasada totalidad de la cual se despojo para caer en medio de este mar con el cual ha de compenetrase conscientemente si quiere volver a su unidad de Origen…. En realidad ¿quién puede salir de lo uno? ¿Qué es toda la luz del mundo sino la manifestación y expresión de la propia obscuridad que conforma el primer agujero negro de la única noche de la manifestación?
Imagino el proceso de la mariposa de seda. Pone sus huevos y muere dejándolos huérfanos de todo y aislados de los demás pero con un gusano dentro de cada minúscula motita. Ellos dormirán olvidados en el agujero del tronco hasta que la nueva primavera les haga eclosionar otra vez como simples partículas negras que se mueven. Entonces, nada sabrán de su origen de mariposa pero sentirán un impulso misterioso que le hará devorar hojas y hojas de moreras y así seguirán, (comiendo aislados y sintiéndose individuos sin otra misión que engordar) hasta que el afán inoculado en sus entrañas, le despierte sus ansias de luz y este recuerdo le haga enterrarse en el capullo y transformarse de nuevo en mariposa que titila entre las flores y bebe los vientos y la luz del aire.
Así imagino nuestro permanente devenir dicho con las palabras del poeta León Felipe que lo hace mejor que yo:
“… venimos corriendo y corriendo
Por una larga pista de siglos y de obstáculos
De vez en vez, la muerte….. El salto
Y nadie sabe cuantas
Veces hemos saltado
Para llegar hasta aquí, ni cuantas saltaremos todavía
Para llegar a dios que está sentado
Al final de la carrera….
Esperándonos.
Lloramos y corremos,
Caemos y giramos,
Vamos de tumbo en tumba
Dando brincos y vueltas entre pañales y sudarios…”
Y yo con este y otros tantos poetas me pregunto una y otra vez dando vueltas en medio del mar: ¿Hasta cuándo?... ¿Hasta cuándo...? y acuciado por este aguijón de la mente me pongo una vez más a repasar lo que entre delirios me parece que conozco:
En la historia de la Vida hubo una primavera y allí la luz se transformo en vegetal y de esa experiencia nosotros heredamos un sistema glandular que nos hace vivir como las plantas. Luego acaeció el primer verano y el calor asimilado por la conciencia impresa en la materia, desarrolló el sistema nervioso que me permite reconocer la experiencia del mundo animal. Le sucedió el primer otoño y la luz interiorizada se hizo conocimiento y el calor asimilado se transformo en sentimiento y esto nos produjo la capacidad de vernos a nosotros mismos como yo propio, únicos e independientes perdidos en esta inmensidad de sal y de océano… y así seguiremos “ dando brincos y vueltas entre pañales y sudarios” hasta que seamos conscientes del milagro que se realiza en cada invierno y percibamos, en la obscuridad de la noche material, el resplandor del encuentro con el sol; y el intuir haga vivir, al puro pensar ensimismado, La unidad de la que partió. Este es el afán de cada invierno que nace en cada navidad y que nosotros enterramos entre algarabías y compras de luces y colores. Esto impide que nos demos cuenta de nuestra unión con el Espíritu, esa Unión que un día nos mantuvo en el cielo y que al romperla nos arrojo de él para nuestra propia experiencia.
Entonces, ¿que soy yo? Me vuelvo a preguntar y ahora encendido en la plena obscuridad invernal me respondo en medio de este mar de la vida: Soy Conciencia del todo, Espíritu Universal encerrado en esta mente que utiliza esta psiquis y se rodea de la energía correspondiente que le permita lanzarse en la nave del cuerpo a vivir la aventura de la tierra.
¿Para qué…?
Simplemente para adquirir conciencia de la universalidad que soy, porque solo estando fuera del algo puedo reconocer la naturaleza de ese algo, porque mientras estoy en el árbol soy árbol y la identidad no me permite reconocer ni experimentar la realidad que soy pero una vez lejos de ella , separado y escondido puedo reunirme con el Origen a través de los descubrimientos de la propia experiencia.. Pero ¿quien podrá sacarme de lo Uno? O aun antes ¿Quien podrá desprender lo uno de lo absoluto?.. Nadie, por eso el único recurso para desenredar esta dificultad es dormirme en lo que realmente soy y despertarme en la sombra que no soy hasta que por mi experiencia del soñar me dé cuenta de que estoy dormido y me decida despertar a la autentica realidad. A lo único que nuca ha dejado de ser y de existir.
Este es el juego que me expresa Krishna en el cap. 13 del Bhagavad Guita cuando Arjuna le pregunta: “¿Qué es el yo personal y que el Ego? ¡Háblame del conocedor y de lo conocido!” y le responde:
“A lo que tu llamas yo personal le llaman los filósofos: lo conocido.
A lo que tu llamas Ego lo llaman los filósofos: el conocedor….
Y sabe, oh príncipe, que Yo Soy el conocedor de lo conocido en cualquier forma que aparezca y se manifieste.
Has de saber que Ni la Materia ni el Espíritu tuvieron principio, y que en la materia están inherentes y de ella dimanan todas las modificaciones y cualidades. La materia es el determinante de las cosas y de los efectos, es el origen de la acción…
Sabe así mismo que el Espíritu que reside en la materia está afectado por las cualidades de esta y recibe las impresiones de la vida material que son las que ocasionan placer y dolor….
Porque todas las cosas, animadas e inanimadas nacen de la combinación del espíritu con la materia, de la unión del Conocedor con lo conocido.
Realmente Ve quien descubre el Alma Universal inmanente en todas las cosas.
Y Al ver el alma universal inmanente en todas las cosas, no cae en el error de identificar el Yo con el No Yo y libre de la ilusión de la moralidad entra en el sendero supremo.
En realidad ve quien percibe la Personalidad que ejecuta las acciones y al Ego que permanece inactivo.
Cuando percibe que las manifestaciones y modalidades de la materia tienen su raíz en la Vida Única y que es de allí que se diversifican en ramas y hojas de infinita variedad, entonces se identifica con la conciencia de la vida única….
El que por virtud de la Sabiduría espiritual percibe la diferencia entre el ego y la personalidad, entre el espíritu y los principios de la materia, entre el conocedor y lo conocido, verdaderamente percibe la liberación del ego de la ilusión de la materia y de la personalidad y alcanza el estado de conciencia espiritual en que todo se ve como la Única realidad….”
O como dice Jean Guitton( en este momento cercano a nosotros en el libro Dios y Ciencia) después de observar las múltiples pruebas, teorías y experimentos de la física cuántica “ En su inmensa complejidad y a pesar de sus apariencias hostiles, el universo está hecho para engendrar vida, conciencia e inteligencia. ¿Por qué? Porque parafraseando una célebre cita, “materia sin conciencia no es más que ruina del universo”. Sin nosotros, sin una conciencia que de testimonio de si, el universo no podría existir: NOSOTROS SOMOS EL UNIVERSO MISMO, su vida su conciencia, su inteligencia.”.. Esto concluye el científico de hoy por no citar más que este párrafo.
… Y yo digo como final de esta aventura: Ya es hora de despertar y sentirnos uno e intuir el absoluto de donde nunca hemos partido. Es el momento de percibir la nave y dejar de navegar porque ya somos uno con el mar…..

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