APRENDIENDO DEL VERANO DEL 2010

Escrito por José Ruiz Almendros el 23 de octubre de 2010 0 comentarios

Sin sentir, pero inexorablemente, hemos rebasado ya los inicios del noveno mes del año. A mi alrededor se multiplican las señales que despiden el verano y dan la bienvenida al otoño: las nieblas en el cañón del río, los cielos aborregados al atardecer, el rocío de la noche sobre hortalizas y calabazas, las peras caídas, los caquis incipientes, los higos por los suelos, las almendras abiertas y preparadas para la recogida… etc. Todo en el huerto me habla del final de este ciclo, pero sobre todo, es la perdida de brío y fulgor en la luz lo que me advierte, con evidencia, que el verano se ha entregado a sí mismo y de que por fin ha llegado la hora y todos estamos dispuestos a salir mar adentro.

Recuerdo aquel encuentro con la niña de la luz, allá por los finales de Mayo y la tarea que entonces me impuse como propósito del verano:
“Encontrar el ser oculto en la presencia de cada cosa, alcanzar el ser vivo que se esconde tras el sonido de cada palabra, identificar la tónica de cada hombre de mí alrededor para lograr de nuevo la reunificación e imponer el sentido de la navegación...”.

Con estos propósitos en el alma he pasado el verano y ahora, después de tres meses de inmenso calor, estoy aquí, aturdido con las primeras lluvias del otoño, intentando ordenar este montón de experiencias pasadas para reflejarlas en mi cuaderno de bitácora tal como las fui viviendo.

Al principio todo fue muy confuso, no tenía ni pajolera idea por donde comenzar ni que hacer, tan solo sentía este impulso, que aun perdura, de salir al encuentro del amanecer perdiéndome entre los cerros obscuros del entorno. Caminaba de noche a trompicones hasta que aprendí a distinguir los caminos en la obscuridad y los guijarros entre las matas y los escalones de los senderos. Luego me sentaba en cualquier ricacha y me disponía a esperar la luz mirando a occidente para que los reflejos del cielo no me enturbiaran su llegada.

A los pocos días, cuando me familiaricé con la negrura, llego a mi conciencia el impulso vital cognitivo: ¿Donde están las cosas en la obscuridad?... En estos momentos de intensa negrura ¿Que se yo del mundo sensorial que dentro de unas horas se abrirá a mí alrededor?... Si de repente por un azar misterioso perdiera todos mis sentidos ¿Donde se quedaría el mundo…? Siento que todo desaparece para mí, que incluso físicamente desaparecerían con la impotencia de los sentidos

Como ejercicio, prestaba atención a los diferentes sonidos y adivinaba las lechuzas, suponía los ruidillos que las ratas hacen al moverse entre las ramas, imaginaba las sombras de los árboles al balancearse con el viento e intentaba reconocerlos, palpaba algunas piedras, y todo ello procuraba calcarlo en mi mente, reproducir cada uno de los elementos que yo quería colocar ahí fuera, para luego compararlo todo con la realidad que me ofrecía la claridad y la luz, y una y otra vez comprobaba que cualquier parecido entre lo imaginado y lo físico, era pura coincidencia y si acertaba en algo era debido al recuerdo de mi experiencia pasada, al aprendizaje obtenido anteriormente.

Así, me di cuenta de que todo esta en la mente, el mundo que me rodea es un mundo mental, en la obscuridad se ve claramente que la mente es la luz del mundo y que los datos de los sentidos, sin el pensar que los distinga, son elementos obscuros, sin nombres, totalmente confusos y anodinos, inservibles para nosotros. En realidad yo veo en la luz aquello que mi mente ha conformado a través de su educación, de su cultura y de su experiencia interna o externa.

Todo es mental, me decía y con angustia me preguntaba: ¿Es que acaso no hay nada en mi conocer que me saque de esta cárcel discursiva?... ¿Algo que me hable objetivamente de la realidad del mundo exterior…? Pero veloz como la luz, llegaba el amanecer y la infinita claridad del verano me arrojaba a la diáfana sima de los sentidos y me arrebataba cualquier tipo de incertidumbre.

Así sucedió un día y otro hasta que la contundencia experimental enterró en el alma este tipo de preguntas para fundirme con la seguridad inconciente, natural e ingenua, de la vida diurna. Tan solo hoy al recordarlas salen de nuevo a la palestra de mi conciencia como un impulso vital, que las torna en el objetivo y la tarea del próximo invierno con sus tinieblas externas…¡¡¡¡Pero en aquellos entonces esta inquietud de hoy se vivía aun tan lejana!!!!!!

En los radiantes amaneceres de Julio lo primero y lo único que se vive es el encuentro con la luz en dos formas diferentes: Claridad y Luz. Al inicio, como mensajera fiel, la claridad llegaba hasta mí desde los confines del universo desvelando el secreto de cada uno de los seres de la tierra. Es como si poco a poco, de manera insensible, los destapara, los despertara y ellos, al desperezarse, nos mostraran su existencia. Pero aun es una presencia plana, sin contrastes, en la que todo es gris opaco; una luz en la que solo se pueden diferenciar las masas, los claros obscuros y los elementos genéricos como árboles, piedras, secanos, montes.

Yo, en esta luz, que llenaba el mundo de mi alrededor reflejada por el espejo del cielo, identifique la naturaleza niña e inocente del alma humana por un lado expandida hacia las profundidades del espíritu y por la otra infiltrada en el último rincón del cuerpo humano a quien le conferirá luz y calor con sola su presencia.

En esta transparencia del alba y en esta candidez del Alma descubrí la palabra humana, reflejo del verbo cósmico y manifestación de aquella Inteligencia primera existente en el remolino de las más obscuras tinieblas que luego se torna luz y constituye el ser de cada cosa. En la luz todo se manifiesta y comienza a vivir. En el alma, a través de la palabra, todo se esclarece, empieza a perfilarse. Así, cada amanecer se tornó en un éxtasis de gloria, en un nacimiento al mundo.

¡¡¡¡¡ Son tiempos tan diferentes!!!! Durante la noche ¿donde esta el alma y donde mi conciencia? ¿Donde estoy yo durante la noche? Me encuentro perdido en la infinitud de las llanuras innombrables del sueño y el mundo esta desaparecido para mí. Al amanecer, el alma se concentra y es absorbida por el mundo de los sentidos; despierta, y mi yo y el de cada cosa aparece.

Luego, en el trascurso de cada amanecer llega un momento que rasga el ambiente y separa el espacio y el tiempo y cuanto ellos abarcan, en un antes y un después totalmente diferentes. Es la aparición del disco solar allá por los confines del espacio.

Con el estallido de la luz y la presencia del disco solar, las mil especies de plantas dibujan instantáneamente sus sombras en el suelo y con ello se borra la unidad anterior del monte y emerge, como por encanto, la realidad dimensional de cada cosa. Las sombras nos sacan de aquel mundo plano en el que vivíamos y nos zambulle de repente en la visión que tenemos como real, en la experiencia mental de la comprensión del paisaje claramente definido en el lenguaje concreto y específico

Ahora es cuando la luz y el alma se han identificado como dos entidades reales y es cuando nuestra situación actual se comprende. La luz como energía intermediaria y vivificadora entre el sol y la tierra; como emanación del Sol en cuya esencia el mundo vegetal de la tierra se forja y vive su experiencia. El Alma, realidad intermediaria entre espíritu y cuerpo, emanación del Ser espiritual origen de la existiencia donde la mente se genera, el lenguaje se desarrolla y mi conciencia de hombre se despierta. Antes decía: árboles, piedras, secanos, montes y ahora puedo decir: Almendros, olivos, retamas, rastrojos.

Este es el momento en que comienza el desarrollo de la experiencia del amanecer del hombre como autoconsciente y ahí es cuando surge la pregunta meramente existencial: ¿Puedo expandir mi alma para que se desarrolle de tal manera que se torne en instrumento adecuado del Espíritu? ¿Puede ser mi voz eco de aquel Verbo cósmico que me llega desde el interior de cada cosa?... Y la pregunta se queda balbuciendo en el alma dubitativa que de momento solo intuye que si, que la Voz de la naturaleza despierta y expandida del verano, le aportara la capacidad de hacerla vestidura propia de Aquel Sol espiritual del cual nació.

Y digo que en la propia Voz Universal encontraré la fuerza necesaria para hacer de mi alma un digno vestido del YO SOY desde donde escribo, porque aquí, en aquel ahora de finales de Julio, con mi cuerpo envuelto en luz de amanecer, advertí que no es esta personalidad terrestre que percibe quien genera los sentidos para abrirse al mundo, sino la energía del mundo quien perfila los sentidos en mi. No es mi vista quien produce la luz sino la luz quien genera mi vista.

No soy yo (esta encarnación terrestre como ser aislado y perdido en los espacios siderales) quien da la vida al espíritu, quien se inventa las palabras, quien da energía a la luz sino la luz que llega por los espacios quien nos presta su energía, la voz de la naturaleza quien resuena dentro de nosotros, el Espíritu Cósmico quien vivifica mi propio espíritu. Y en general intuyo que mis órganos y mis capacidades presuponen el mundo Universal, y la energía anterior que las puedan crear.

Hoy concibo de manera clara y distinta, que no puedo ser aunque quisiera, un mecanismo de relojería casi perfecto aislado en el tiempo, sino una célula más del cuerpo cósmico individualizada, pero no aislada. Impresa en mí hay una misión característica que me define como individuo y a la vez que la construyo, diseño y marco el desarrollo del cosmos. Como cada célula de mi cuerpo soy un todo y soy una parte con una tarea individual que nadie puede hacer por mi pero con un destino común. Por eso, mientras realizo mi trabajo llevo a su fin al cosmos entero.

Como en el dibujo del perfil de las caras que a su vez se convierten en copas y necesariamente al hacer el uno modifico las otras; como sucede también con cada objeto de mi alrededor y sus sombras, que sin la luz no hay sombras y cada sombra modifica obligatoriamente el espacio de la luz, así yo me siento y me digo día tras día: No somos dos elementos aislados sino dos realidades complementarias e inexorablemente interrelacionadas.

Como muestra de cuanto digo salta ante mis ojos la variedad inmensa del mundo vegetal. Mirando los manzanos, los juncos o los álamos que me rodean compruebo en este aspecto que no es la planta quien genera la luz sino la luz quien da la posibilidad de que surja el mundo vegetal. Solo porque las leyes impresas en la materia, la voz inoculada en ella, la perfecciona y le dan capacidad de transformación, ella puede arrojarse en la corriente evolutiva y crear los órganos o instrumentos necesarios, para captar la luz e interiorizarla y transformarla en madera. Es entonces cuando aparece el mundo vegetal. Ambos dos energía y materia, luz y órganos que la transforman, son una realidad compleja interdependiente que origina la unidad de la Vida como Realidad Nueva plasmada sobre la tierra…..

No se cuanto rato llevo aquí, el otoño acorta las horas de luz y apenas veo mi escritura. Siento ruidos sobre cubierta, los marineros ultiman detalles para cambiar la vigilancia, empiezan de nuevo las tareas de la noche. Yo lo dejo aunque las preguntas sobre el origen y la naturaleza de la luz zumban como rachas de viento a mí alrededor y aun me falta el encuentro con el calor....¡¡¡¡¡ufffff.....!!!!!.... Pero eso será mañana, hoy debo terminar.



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