Navidad

Escrito por José Ruiz Almendros el 6 de febrero de 2010 0 comentarios

22 de Diciembre
Por fin ha llegado el invierno y con él, La Navidad. ¡¡¡ Por fin ha llegado el momento del encuentro.!!!

Muchos son los tipos de encuentros que celebramos y que podemos considerar durante estos días.

El más importante y perceptible por los efectos que nos acarrea se produce a nivel cósmico: La tierra, la gran Madre, la Esposa, la Materia, se encuentra con su marido, el hermano celeste, el Gran Padre, el Sol. Como un reflejo de esta circunstancia nosotros, con la Navidad, celebramos y podemos meditar sobre los encuentros que se producen entre el alma encarnada en un cuerpo y su yo Soy, (el Yo Espíritu), a nivel individual, y el producido entre las almas de los diferentes personas, a nivel social.

El otoño nos ha despertado interiormente del sueño y la pesantez característica del verano. Allí vivíamos con el alma derramada en el mundo sensorial y la actividad otoñal nos ha llevado a interiorizarnos, a hacernos preguntas sobre la vida y la muerte, y al rebrotar de todas nuestras inquietudes espirituales como si de una primavera del alma se tratase.

Allá en el lejano septiembre iniciamos un nuevo ciclo de clases y en ese despertar se produjo el primer encuentro con nuestro entorno. De nuevo tomamos contacto con cuanto teníamos olvidado desde las fiestas de San Juan. Lo antiguo se destaco en forma de ideas nuevas que preñaron el alma, se fueron gestando en su interior y ahora en la Navidad es el momento solemne de parirlo para que aquella semilla recibida en el encuentro otoñal se pueda plasmar en frutos de actividad social y cósmica en el largo invierno que se avecina.

Esto es Navidad: Plasmación del encuentro de cada alma con el mensaje divino transportado por los ángeles sociales que son cuantos de una manera u otra se han cruzado en mi camino. Ellos traían para mi los dones que el cielo me había preparado desde la eternidad de mi nacimiento y ahora en Navidad es el momento de Reconocerlo, Recibirlo con jubilo y dejarlo que se desarrolle para alegría y paz de cuantos me rodean. Es como si en este momento se concentrasen todos los encuentros que habré de recibir durante el año y los obtenidos en el anterior. Por eso es un momento de alegría y gratitud, de esperanza, de incertidumbre, de valor y de coraje.
Este es el Niño divino que nace en el pequeño mundo de las personas…. Mas ese niño como todos los niños y semillas de los seres vivos trae su propia historia y su propio futuro que nosotros hemos de acunarlo y tratarlo de manera adecuada para que pueda desarrollarse.

¡Que bien se describe esta secuencia en cualquier portalito de los muchos que embellecen nuestras ciudades y casas ¡ En ellos veo la humanidad enrollada en sus continuos quehaceres ocupando todo el espacio del suelo, por arriba el mundo del cielo con sus estrellas siguiendo su curso matemático e inexorable. Pero, allí, perdidos en cualquier rincón entre el cielo y la tierra el mundo celeste con sus ángeles, emisarios, lipikas o como la tradición les llame, preparando los dones y los milagros que han de guiar la vida de cada uno a través de los encuentros. Entre todo el ajetreó diario habrá quien inocentemente los reciba, quien los persiga e intente destruirlos, o quien los busque con afán y una vez encontrados los venere y los transforme. Son los pastores, es Herodes y son los Reyes Magos.

Al llegar frente al palacio de Herodes reflexiono sobre la cantidad de veces que los humanos nos empecinamos para que el niño crezca como nosotros queremos y no como El debiera desarrollarse. Creemos que encontraremos la felicidad con este medrar, y en realidad nos topamos con las espinas que nosotros mismos sembramos en el camino. En vez de aprender de las cualidades que nos trae el Niño (que es lo plástico, lo tierno, la confianza, la inocencia, la Vida en su estado puro), nos empeñamos y casi logramos (aunque mejor deberíamos decir, malogramos) que el niño aprenda de nuestras experiencias, de nuestras respuestas adquiridas, de nuestros sinsabores y desengaños, de lo rígido, de lo duro que la vida ha formado en nosotros, eso si, bajo el pretexto de que a él no le pase. ¡ Como si pudiéramos quitar un ápice de la experiencia ajena!. Nuestros prejuicios impiden desarrollarse los verdaderos juicios.

Es cierto que el árbol viejo transmite la forma de la especie a la semilla nueva como la sociedad lo ha de hacer con las generaciones nuevas y que en esa transmisión esta la capacidad de plasmación y la supervivencia; pero también lo es que cada planta nacida ha de desarrollar su nueva forma según su propia vida y de acuerdos con los nuevos cuidados que el hortelano y la nueva temporada desgranará sobre ella y en esta novedad esta la evolución.
Solo alcanzando el perfecto equilibrio entre ambas corrientes, la del pasado que a toda costa quiere gobernar el presente y la del futuro que por encima de todo quiere imponerse en el instante, es como el ahora se puede convertir en la semilla del mañana.

Así como la tierra recibe a cada semilla por igual y deja que cada una desarrolle sus impulsos de manera natural, nuestras sociedades deberían transformarse en estructuras tan plásticas, tan convincentes y persuasivas que cada niño pudiese desarrollar los impulsos de su interior traídos a este mundo. Quizás, para mantener este equilibrio entre pasado y futuro en la construcción del ahora lo único que deberíamos hacer es prestarle al niño las telas y los instrumentos adecuados para que el, en su desarrollo vital, pueda fabricarse los trajes mas convenientes para que pueda plasmar el destino que le ha hecho encarnar entre nosotros.

Luego, cuando inesperadamente en el portal se hace de noche y los niños sorprendidos dejan escapar un ¡¡¡OH!!!! De asombro ante la repentina presencia del ángel que rompe el cielo del belén y se aparece a los pastores, yo rompo la trayectoria social de mi pensamiento para interiorizarme en el cielo del alma y preguntarme por mi actitud ante los propios encuentros:
¿Cuantas veces he aceptado que todo cuanto me llega en la vida es el regalo que la inteligencia Cósmica ha preparado para mi? Las cartas que me da el Destino son los regalos de mi vida y las únicas que dispongo y aprender a jugarlas como triunfos es la tarea de mi existencia. Me ha repetido tantas veces esto mismo que ya estoy convencido de ello y sin embargo ¿Cuántas veces he dejado un espacio y un hueco en el tiempo totalmente neutral y lleno de calor para que se manifieste aquello que el Otro trae de Nuevo en mi vida? Y ¿ cuantas veces he intentado manipularlos para acomodarlos a mis devaneos preferenciales .?

Es Navidad. Es el tiempo de los encuentros y veo como un viento extraño me hizo un día volver la mirada a la tierra donde crecí para dejar allí las semillas recogidas en los caminos y hoy comprendo que yo simplemente debía acudir al encuentro y dejar que las semillas las esparciera el viento. Solo el destino, a manera de hortelano, es quien siembra las semillas mas adecuadas para cada terreno, yo solo he de comprender que las formas viejas solo pueden servir de abono para que se construyan y vivifiquen los sueños nuevos que aparezcan con cada cosecha.

Es Navidad, es el día del encuentro de la Tierra, La Madre Virgen con el Sol, con la Vida parida hasta Nosotros en forma de Niño, y en este día vengo a tu Presencia con mi alma como tierra recién labrada y te ruego: Enséñame el secreto ,OH VIDA! para que mi corazón pueda encontrarse con el tuyo y Haz que yo asimile esa tu naturaleza maternal que puede albergar las nuevas semillas para que se desarrollen los nuevos frutos que puedan servir de alimento a los nuevos peregrinos.

Navidad, Tierra Virgen y Madre, Sol, Vida, Luz y Calor que nos visitas cada año, déjame aprender de ti esa disposición necesaria para que ningún anhelo y forma antigua pueda estrangular la vida recién nacida y báñame con tu fuerza para que me empape del arte de renacer en cada uno de los encuentros que configuren la historia de mis días.



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