Abril y Mayo: OBSERVANDO NUESTRO ENTORNO

Escrito por José Ruiz Almendros el 7 de julio de 2009 0 comentarios

Poco a poco vislumbramos las puertas de Abril. En el invisible fluir del tiempo se prepara el primer plenilunio de esta primavera y en el silencio de la noche, frente al crepitar del fuego de mi chimenea, dejo que la imaginación vuele como las pavesas y sueñe, con la vivacidad de las llamas, en un viaje que parta del centro de la tierra y remonte hasta los confines del sistema solar para contemplar, con esta febril locura, los distintos elementos que conforman nuestro planeta y su relación conmigo. Quiero vivenciar como la obscuridad, el siseo de los palos, la lumbre de las ascuas, y los aleteos de las llamas, se tornan varitas mágicas que muestran relaciones insospechadas entre los elementos y el hombre solo perceptibles en un estado de alucinación y casi demencia, o por mejor decir, de plena claridad en el pensar y de exquisita distinción en el conocimiento.

Me sumerjo hasta lo más profundo, hasta el punto cero. Allí está el núcleo de la tierra donde solo se encuentra la masa impenetrable de Hierro y de Níquel sometida a calores tan ígneos y tan fuertes que solo unas gigantescas presiones de inimaginables atmósferas impiden que los metales se derritan como mantequillas. Este es el lugar donde ninguna conciencia humana puede atisbar luz porque estamos muy por debajo de ella, en el mismísimo corazón del subconsciente más negro. Es como si anduviésemos hurgando en el interior de los huesos más compactos de nuestro cerebro: masa férrea, subconsciencia absoluta, dominio de entidades incógnitas que gobiernan estos mundos mistéricos donde nada esta aun manifestado. Hierro, presión, obscuridad y fuego, el atanor perfecto para que los influjos invisibles del Sol se puedan transformar en el Ser ígneo que dirige la vida oculta de nuestro planeta.

En estos submundos, cuya vida es de incomprensión total y de silencio absoluto, la imaginación enmudece y absorta en su mutismo se ve absorbida por una fuerza de gravedad tan intensa que se engulle a sí misma para inmediatamente devolverse y emanar, transformada en fuerza centrípeta que comienza a emerger insignificante en el mismo momento de la deglución.

Absorbida y arrastrada por ese torbellino cónico, la fantasía tiende a escaparse de tanta negrura dejándose arrastrar por la incipiente corriente que impulsa hacia fuera. Busca el exterior derramado de la corteza terrestre pero aun, antes de salir del espacio que constituye la endosfera, corta la capa intermedia (algo menos densa que el núcleo pero a la vez infinitamente obscura) sobre la que se acuesta el manto del SIMA.

Viajando por estas profundidades (que en determinados lugares geográficos constituyen el suelo de las simas más profundas del abismo oceánico), me encuentro con la sílice y el magnesio interpenetrados en forma de silicatos ferromagnesiados, e imaginativamente, con lo nuevo y con lo de atrás, construyo una chimenea volcánica que sube en una escalera de elementos de dentro a fuera, de más a menos presión, de mayor calor a menos que serian: Ni y Fe (para el núcleo) Fe y Si ( para la capa intermedia) y Si y Ma para la ultima capa de la endosfera.

La curiosidad me retiene en este límite y…¡¡¡¡Oh, sorpresa !!!!. ¡No estoy atrapado en una zona solidificada hasta el extremo, pétrea e impenetrable, sino que más bien me veo dentro de una capa gelatinosa densísima, es cierto, pero con la elasticidad suficiente como para permitir que sobre ella se deslicen los continentes que componen la litosfera!. Esta masa rocosa (que es la tierra en la que todos vivimos y que vemos una veces y otras no vemos porque se hunde hasta una profundidad de más o menos 15 Km.), se desplaza sobre el magma interior (donde me encuentro) con velocidades infinitesimales pero imparables, con trayectorias aparentemente, medibles y observables y con efectos, casi predecibles. Aunque en estas “aparentemente y casi” es donde se esconden los misterios.

Es como si ya estuviésemos discurriendo por esa capa limite del subconsciente profundo del alma sobre el que los acontecimientos externos de nuestras vidas se deslizan sin advertirlo como patinadores sobre una pista de hielo muy trillada cuyas huellas de alguna manera condicionan nuestras actuaciones..

Sin ninguna razón aparente relaciono ese mundo con en el resto del sistema óseo donde la vida sigue su curso totalmente al margen de la conciencia pero gobernada por la Voluntad de ese Algo Invisible que regula y dirige nuestros andares. Aun ni siquiera oteamos la conciencia del tiempo y en esas interioridades parece que tampoco se transmutan las cosas, tal es el grado de equilibrio entre las diferentes fuerzas. Todo está en el punto cero de la balanza: Calor máximo, si, pero sin llegar a arder, presiones infinitas, si, pero sin que nada se derrita, conciencia, si pero solo engullidla en sí misma. Todo cuanto aquí existe se encuentra expectante, como esperando que algo se rompa, y ese será el punto que despierte el tiempo y que desencadene como impulso centrípeto que mueva los continentes

Si hay algo misterioso, algo oculto y lejos del alcance concienciar del hombre y de sus sentidos físicos son esos mundos tan profundamente subterráneos y misteriosos de los que solo el dolor nos da cuenta de su existencia. Parece que allí, en lo profundo del núcleo y en el interior de los huesos, solo hay cabida para la voluntad regente de la tierra que desde el Sol penetra hasta esas incógnitas obscuridades transformada en fuerzas electromagnéticas que impulsan los continentes y de gravedad que todo lo fija en el centro pero con tal equilibrio que ambas permiten la vida de cuanto se mueve sobre la corteza.

Llega un momento que ni siquiera la imaginación puede resistir más en la endosfera y se ve impulsada a salir de ahí, a buscar aires nuevos en esta formación de tiempo y espacio, que es la corteza terrestre. Inmersos en la corriente de lava del Volcán salimos hacia la superficie de la tierra atravesando toda la litosfera y nadando entre las aguas que cubren las tres cuartas parte de cuanto habita a mí alrededor.

Dentro de mí y rodeándome siento el calor, pero en el exterior contemplo la tierra, el agua y la luz atrapados en el aire que todo lo envuelve. Si me centro en la tierra y el agua aparecen ante nuestra vista un conjunto de materiales ligeros principalmente silicatos de aluminio que se deslizan sobre el fondo viscoso que ya he dejado atrás.

Ahora ya estamos sintiendo y viviendo en el espacio. Aquí, el primer objeto visible surgido en sus entretelas aparece como consecuencia del rozamiento de dos velocidades diferentes: la del espacio igual a la de la luz y la de las partículas surgidas en sus repliegues que no pueden aguantar tales aceleraciones. Esto es el espacio y lo cuerpos en el forjados

Mas si seguimos indagando dentro de la corteza, recién formada, nuestra propia observación nos lleva a encontrarnos con el efecto del tiempo ya que los componentes de este suelo emergido (O, Si, Al, Fe, Ca, Na, K y Ma,), raramente se sitúan sueltos e independientes sino que, lo más frecuente, es encontrarlos formando combinaciones entre las que destaca por su abundancia, los diferentes modos de combinarse el Oxigeno.

Al combinarse, en la corriente del tiempo, oxigeno con Si, da lugar al llamado Anhídrido silícico o sílice que combinados con el agua producen los Ácidos; mientras, en la otra vertiente de los materiales, al combinarse el oxigeno con los metales se producen óxidos que con el agua se resuelve en bases y al combinarse estas bases con aquellos ácidos, (según la ley de acido mas base igual a sal más agua y estamos cerrando el ciclo) se originan los silicatos que es lo más abundante en la corteza terrestre que exploramos; aunque también podemos encontrar sulfuros, sales aleganadas, carbonatos , sulfatos,… etc. Evidentemente todas estas combinaciones requieren tiempo y la acción constante de la luz y el calor en el interior de ellos y la presencia y contacto perfecto entre la tierra y el agua.

Más si deambulamos por la realidad exterior no solo nos encontramos ya con la tierra y el agua emergida, sino que además tropezamos con la Vida como un regalo del espacio, de la luz y del calor que ha sido recogido por los elementos de la tierra que en esos momentos estaban adecuadamente desarrollados para recibirla. A cuantos la recibieron ella les dio poder para convertirse en materia viva por lo que, con el correr del tiempo, en la corteza terrestre aparecieron las primeras hojas verdes que más tarde llegaron a ser madera. La Vida como un cósmico horno alquímico ha recogido en su interior minerales, agua, luz y calor y los ha fraguado y nos ha regalado el reino Vegetal que se levanta ante nosotros, venciendo la gravedad, moviéndose por sí mismo, avanzando hacia el cielo y cautivando nuestro asombro.

Este asombro me devuelve de nuevo la visión hacia el interior del alma humana y aquí me descubro recurriendo el mundo de la inconsciencia que es donde se desarrolla el rio de la vida que transcurre por debajo del mundo animal y muy por debajo aun del hombre. Sin embargo, es este un estrato más cercano a nuestra luz anímica y por eso, si buceamos en el con determinación, podemos encontrarnos con antiguos recuerdos que parecían perdidos y con las leyes de la Vida que a simple vista eran desconocidas.

Busco algo que me aclare la naturaleza de estos dos planos de conciencia en el mundo de mi cotidianidad y siguiendo las enseñanzas de Steiner se me ocurre compararlos con el mundo de los sueños. Allí en la Endosfera es como si viviésemos permanentemente en el mundo del sueño sin ensueños, en lo más profundo, todo existe, pero yo no tengo conciencia de nada. Aquí en el campo de lo vegetal es como si hubiese penetrado en el mundo de los sueños con ensueños. Apenas tengo conciencia de ellos pero algo de luz puedo atisbar en sus imágenes.

Luego, busco el recuerdo y reflejo, de toda esta corriente de vida vegetativa dentro de mí, en los componentes de mi cuerpo físico y lo encuentro actuando, sumergido en la misma corriente de inconsciencia, a través del maravilloso funcionamiento del sistema glandular. En efecto, él con sus encimas permanentemente en movimiento acude, (sin que mi conciencia lo perciba en lo mas mínimo dentro de la vida ordinaria), para avisar a cada órgano de lo que necesita hacer para vivir en el plano vegetativo, esto es para que mi cuerpo crezca, se reproduzca por medio de lo que le es dado y solo de lo que le es dado y así continúe hasta que deje de vivir…….

Pero con esto y el correr del tiempo dentro del espacio y de la expansión del espacio dentro del tiempo hemos entrado ya en el imperio de la primavera. Estamos ya en el mes de Abril, ha pasado la Semana Santa y tras la Resurrección, toda la tierra me invita a parar y a recrear mis sentidos para desde allí poder reencontrarme en el estudio de cuanto me rodea.


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