PASEANDO POR FEBRERO

Escrito por José Ruiz Almendros el 5 de marzo de 2009 1 comentarios

Arrastro desde el mes de Enero un descubrimiento maravilloso surgido en el fondo del Alma: Soy capaz de trascender lo manifestado, soy capaz de conocer al Ser y soy capaz de verlo actuar en el afán creador del Alma.  

Efectivamente, si practico el ejercicio de observar mi pensar, de manera objetiva e imparcial, me doy cuenta de que no es la experiencia sensible quien me produce las ideas sino las ideas las que provocan el conocimiento y desarrollo de la experiencia sensible. Primero tengo las ideas que en si constituyen las categorías y luego puedo relacionar las cosas en el espacio y el tiempo. Primero tengo la idea de mesa, luego la construyo, primero tengo en mí la idea de SER y luego lo descubro en todos los seres. Solo porque primero tengo la idea de Cantidad en el fondo del alma puedo aprender a distinguir luego lo grande de lo pequeño, lo superior de lo inferior…etc. 

Así que me digo, primero las ideas, luego las creencias ( el amasijo de conceptos y elucubraciones que cada cultura mete en la mente de sus cultivadores ) aunque esta maraña de pre-juicios y aparentes juicios, me envuelva de tal manera que me crea que las cosas son al revés, y piense que primero es la creencia y luego la idea, pero basta con que observe detenidamente mi pensar para darme cuenta de esto:”Es imposible cualquier tipo de experiencia sensible consciente si previamente no hay debajo una idea. La experiencia sin conocimiento si es experiencia no es consciente y si no es consciente no es experiencia. La conciencia Y las ideas innatas van aparejadas la una con la otra como mis ojos son inseparables de la luz y así como con mi retina capto la luz y con mis oídos las vibraciones del aire, así con mi conciencia puedo captar las ideas, y el camino inverso yo lo veo prácticamente imposible. Cualquier acto que se da sin la conciencia a lo sumo son movimientos reflejos que nada tiene que ver con lo humano.

Esta conclusión nacida de la observación del proceso del conocer, es la luz que enciendo dentro del alma y que como hoguera calienta alrededor a todos los seres puesto que al identificarlos en su manifestación los estoy devolviendo al SER. Y este impulso de reconocer las cosas me saca de mi mismo, me hace abrir los ojos y extasiado pasear por los secanos. 

Envuelto en estas reflexiones, apenas me doy cuenta de que los días y las noches han pasado en su desapercibido ritmo y que estamos ya a mitad de febrero de este año 2009 de la cuenta del Señor. El anticiclón se ha colado hasta la vertical de España y el tiempo frio y desapacible nos ha dado un respiro. A mí alrededor, ocupando los inmensos se canales de las montañas, los almendros florecen por doquier llenando el aire serrano de puntitos blancos y rosas como copitos de nieve que nunca acaban de caer. Al oscurecer, el laberinto de las callejuelas cortas, estrechas y entrecruzadas de la aldea se empapa con el aire festivalero de los coros y chirigotas del carnaval de Cádiz que desde las televisiones salta por las puertas y ventanas entreabiertas e inunda las desiertas plazuelas. Siento renacer la bulliciosa y cegadora alegría sensorial envuelta con el perfume de jancitos y narcisos que desde cualquier maceta me hablan de la próxima primavera.

Al día siguiente, en el huerto, el manto de ortigas y las miles de hierbas verdes, esplendorosas que invaden la tierra me manifiestan con impaciencia y total vitalidad el eterno rebrotar del mundo que en mi hemisferio es ya una realidad. Sentado sobre una piedra del lindero, escucho el desesperado trinar de los pájaros que se aparean con febril actividad, inspiro profundamente, con verdadera fruición, el perfume embriagador de las encantadoras y en mi interior siento reverdecerse el aguijón de los sentidos. Desbordado por tantas sensaciones enormemente placenteras me dan ganas de abrir los brazos y chillar y cantar para holgarme sobradamente con cuanto me rodea, y una vocecilla surge desde el fondo del alma preguntando: Ante esta radiante y aparentemente única y verdadera realidad sensorial ¿donde quedo la visión espiritual de enero?

Es como si la fascinante efervescencia del brotar del mundo irrumpiera por los sentidos, conquistase el corazón del alma y desde allí quisiera aturdir el pensar tranquilo, con su aluvión de sensaciones. Ante tanta exuberancia de vida física, el grito de la dualidad vuelve a morder el alma y en ella surgen los clamores de guerra de espíritu contra materia, de cuerpo contra alma, de celeste contra terrestre…etc. etc. Tal como lo aconsejan las viejas doctrinas y las moral tradicional de nuestra muy bien organizada religión.

Pero ahora mi razonar despierto me recuerda el nacimiento del Espíritu que viví en Enero y el poder de mi pensar se levanta desde su carro de combate y acude al recuerdo de aquella vivencia de unidad cósmica y ya no se conforma ni acepta este planteamiento dual y se pregunta: 

-Si todo está en todo tal como lo viví en Enero ¿Por qué ahora se abre ante mi esta nueva dicotomía de Materia y Espíritu, de mundo de los sentidos y mundo del Alma?... ¿Donde se quedo aquella confianza de poder conocer al Ser y de ser capaz de unir mi propio yo como miembro del Yo universal? ¿ Acaso este sentido de la Unidad se me ofrece como un don, que en un rapto de fantasía puedo sentir pero que bajo ningún concepto puedo experimentar de manera más o menos rigurosa y científica y mucho menos puedo razonar con bases Reales, Sensoriales…? ¿Quien me sacara de mi propia elucubración?...

Son las nueve y media de la mañana de otro día cualquiera de finales de Febrero. El Sol calienta los campos encharcados de tanta agua y la luz aparece clara, limpia, radiante. Cargado con la mochila de mis preguntas internas subo la cuesta hasta el nacimiento del manantial y allí me siento bajo el tronco seco de una higuera, al borde del murmullo resplandeciente del agua.

Las ramas de un olivo centenario sobresalen por encima de mi cabeza y caen por delante de la vista asomándose, como si estuvieran de puntillas, desde el bancal de arriba. Enfrente otro tronco recién podado me muestra las heridas lisas y opacas del corte aun fresco y por todos sitios los almendros en flor. Donde quiera que mire encuentro los diminutos pétalos, blancos y rosadas estremeciéndose con la caricia de la brisa y llenando la mañana con ese toque de magia y solemnidad que tanto me asombra. El continuo trinar de pájaros acentúa la soledad y el silencio en medio de la grandeza del campo. Todo es enorme a mí alrededor.

De repente, acuciado quizás por la similitud entre copos y petalos, acude a mi mente la imagen de hace varios días atrás cuando la ultima nevada cubría el monte con su uniforme blanco y me pregunto ¿ De dónde ha surgido esta maravilla de hoy si aun no hace un mes solo había troncos pelados, yemas cerradas y nieve sobre las ramas y los terrones…? 
Evidentemente, todo estaba recogido y concentrado dentro de las capotas…

Esta es la respuesta más evidente. Para comprobarlo cojo una capota de las que aun están comenzando a engordar y la abro para comprobar la anterior respuesta, pero allí solo encuentro un liquidillo untuoso, especie de resina, que apenas envuelve algo imperceptible. Ahí no existe ni rastro de lo que surgirá después… abro luego otra un poco más desarrollada y ya aprecio en ella la disposición de las, casi microscópicas, hojitas… ¿Donde está el paso…?...
Imposible detectarlo ni aun con la lupa más potente.

Sencillamente el paso no está en ningún lugar material porque físicamente, en el principio no existe lo que después se generara… ¿donde está el truco…? No lo sé. Pero si en vez de eso me pregunto: ¿Quien desarrollo esa flor dentro de la capota? Ahora si puedo responderme que la Vida del almendro fue el prestidigitador que saco la belleza externa del fondo de su chistera invernal. Pero ¿de dónde ha surgido esa vida si hace apenas quince días todo estaba muerto?
Evidentemente del Sol. Es lo único que ha cambiado. 

Tengo que salir de cuanto existe a mi alrededor para encontrarme con El sí quiero explicarme las cosas. Ni la tierra ni el agua, ni el aire han variado su composición invernal que mantenía la yema inerte. Lo único que ha variado es la posición del sol, las horas de luz. Los grados de calor y con todo ello la llegada de sus influencias y energías.

Luego si he de ser coherente conmigo mismo, he de buscar el origen de todo este despertar fuera de la tierra y he de encontrarme con la energía solar como causa y origen de la vida. Así como la Luz solar hizo que mi SER interno, mi Yo desarrollara el instrumento de mis ojos para adaptarme a ella, así el Calor y la energía Vital procedente del sol hizo que en la tierra (previamente preparada con su propia historia), se desarrollasen los diferentes tipos de vida partiendo de aquel arquetipo vegetal que, en forma de semilla, llegó hasta ella.

Pero de igual manera, la Vitalidad solar me lanza al espacio sideral para encontrar la Energía Vital cósmica que un día se manifestó en el Sol como por su medio otro día se manifestó en la tierra. Y la Energía Vital Cósmica me lanza de cabeza a esa Yema primordial de Vida que como campo potencial primero, contenía todas las cosas en sí, sin ser ninguna de ellas, como cada una de las yemas del invierno ha contenido en su liquidillo untuoso los sépalos, los pétalos, los estambres, pistilos, ovario, fruto y nuevo almendro sin ser nada de eso.
Entonces... ¿De dónde surge la infinita variedad de elementos vitales que veo a mi alrededor?

De la aportación de las materias que la han recibido. La Vida es una y en todos los sitios y en todas las plantas y animales se manifiesta como ella misma, o sea, como esta capacidad de poner en funcionamiento todos los elementos que anteriormente estaban aislados y paralizados.

Se me ocurre la imagen de la cocina. En el puchero están todos los alimentos necesarios que el cocinero ha preparado para hacer sus guisos. Los materiales, por si solos, pueden estar dentro de la perola y el agua y a lo sumo llegarían a fermentar y pudrirse. En cambio, el horno del fogón, hacer hervir el caldo y con el calor del cocinero se prepara el consabido y riquísimo plato de comida. 

La tierra, el agua, el anhídrido carbónico, el oxigeno, nitrógeno,…etc. Y cuantos elementos eran necesarios para que surgiera la planta estaban dispersos en la cazuela del planeta. La vida, como excelente cocinero reúne cuanto necesita y lo hierve en el calor cósmico del sol... y surge la maravilla. DE acuerdo a la combinación de los condimentos y materiales utilizados saldrá un guiso u otro, esto es una planta u otra.
Pero entonces ¿Donde está el ser del Almendro, o de la higuera, o de la ortiga o el de cualquier otra planta…?... ¿En los elementos utilizados?... 

Esta en los elementos utilizados y en ese algo mas que es la vida, que los ha reunido y puesto en funcionamiento. En realidad está en el conjunto y en cada detalle. Nada por separado es el conjunto, ni el conjunto es la simple suma matemática de cada uno y todos sus elementos. Es todo ello y un algo más que todo vivifica y le confiere la facultad de manifestarse como tal ser o tal otro. …

No entiendo bien donde podemos basarnos para mantener la dicotomía de mente y materia, de vida y de elementos, salvo que yo identifique la Vida con los materiales necesarios para su plasmación pero eso es tan absurdo que mis propios sentidos me lo están diciendo. La vida es la Vida. …Veo que la dicotomía Materia- Espíritu no es más que una entelequia montada por nuestra mente dual, por nuestras creencias ancestrales que en si justifican un poder y un status determinado que no quiere dejar de existir.

Hoy mirando estos almendros en flor y preguntándome por su vida alcanzo de nuevo la conclusión de que todo está en todo y que bastaría fijarse en el Ser de cada cosa para que se acabara aquella dicotomía. Reconocer, comprender y captar el arquetipo que rige a cada especie dentro de cada reino y asimilar su naturaleza es suficiente para que la idea del Ser vital aparezca ante mi vista como una unidad de conciencia que fundamenta mi relación con el mundo exterior. No puedo negar las flores porque con su perfume remueva mis sentimientos, ni puedo tratar de borrarlos a base de esfuerzos porque su belleza enamore mis sentidos. Bajo el pretexto que solo debo preocuparme por lo espiritual.

La realidad de estas flores bellísimas con su dulce olor de miel está ahí, se me muestran para que yo a través de ellas alcance a comprender la complejidad de la vida del almendro y tras ella salte al Sol y por su medio me lance a asimilar la vida cósmica Universal infinita y eterna, una e indivisible aunque tan elástica y tan plástica que es capaz de adoptar la forma de aquella insignificante y débil hoja , que constituye el patrón común a todo lo vegetal y a través de ella transformarse en la infinita variedad de plantas que observo a mi alrededor.

Pero claro, tampoco puedo enamorarme de tal manera de las flores y apegarme a ellas que quiera retenerlas y hacerlas mias de manera permanente. Esto es el otro absurdo, y si me empeño en él, la Vida se encargara de demostrarme mi error por medio del sufrimiento.

Muchas veces los humanos nos devanamos los sesos buscando y rebuscando los fundamentos sobre los que basar nuestros actos morales y hoy aquí, sentado al borde del agua que corre transparente y brillante descubro que en realidad la base de la moral puede estar en el estudio del ser de cada cosa, en la compenetración con ese Ser y en tratarlo de acuerdo a aquello que le es propio según su naturaleza. O sea, en la comprensión de su ser Arquetípico y en la voluntad de respetar su Naturaleza Vital.

Hoy en este aquí y en este Ahora entiendo que aplicando mi razonamiento libre de prejuicios e intenciones a estos caracteres que me muestran mis sentidos, se me manifiesta, (llego a alcanzar a través de ellos) el SER de cada cosa y que en la comprensión de este mensaje es donde está la autentica revelación del mundo del Espíritu y es donde yo puedo hacer recaer la base de lo moral.

No son las flores para mi disfrute exclusivo sino el paso necesario para que luego lleguen las almendras, ni deviene este fruto únicamente gracias a mi esfuerzo de labranza y para mi enriquecimiento personal, sino que El es el don que la naturaleza me da para que yo pueda vivir y pueda mediante los precios justos (independientes del mercado) hacer felices a los demás.

Es en este razonar libre de creencias e intereses, en esta Unión identificativa es donde puedo basar mis actos de moral sin necesidad de adoctrinamientos que me dirijan, ni premios ni castigos que coaccionen y coarten mi libertad.

Así comprendo que se acaba la dicotomía y asimilo en mi alma que todo vuelve a reconducirse a la Unidad de la Vida tal como hoy a través de lo que me muestran mis sentidos se me ha manifestado en este paisaje primaveral del nacimiento.

Poco a poco han pasado las horas, un estruendo en el bancal de abajo me saca del ensimismamiento. Rafael ha arrancado su máquina para seguir podando los olivos. El estridente sonido de la moto sierra me hace levantarme y caminar hacia su encuentro. Un rumor de pensamientos revolotea dentro del alma como allá arriba las palomas van y vienen, bajan y suben en picado, sobre las copas de los arboles. La maquina no para de cortar allá abajo y yo a zancadas por el sendero puedo comprobar con mi propia experiencia que si la “plenitud del alma, quiere unirse con la plenitud del mundo, la revelación sensorial ha de acoger la luz del pensamiento” y una alegría inmensa nace dentro de mí y se desparrama entre los bancales y me lleva a saludar a mi compañero el leñador que pacientemente tala y descubre la forma adecuada para sus olivos días antes de que por nuestras sierras y ventanas se asome de nuevo la primavera. Ya hemos llegado a Marzo.

1 comentarios to PASEANDO POR FEBRERO

  1. says:

    Carmen La introspección es como una gimnasia del alma, como el yoga que poco a poco vamos perfeccionando conforme nos vamos adentrando en nuestro propio mundo, y ese mundo que forjamos mediante nuestras percepciones es como el horno de los herreros de antaño, que de una materia informe y caótica lograban realizar un instrumento eficaz y bello... ese horno debe alimentarse del fuego de la propia capacidad vital y de los elementos de la propia naturaleza: un paisaje que admirar mientras caminamos, el ruido del viento y de la gente al pasar, la propia mente a la que intentamos sonsacar su secreto...

    Y así en el camino, una idea y otra idea nos puede llevar sin notarlo al instrumento eficaz y bello... naciendo del fuego y de las manos experimentadas.

    :)

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